Cuando voy a casa de familiares y amigos en estas fechas para las tradicionales comidas y cenas, me doy cuenta de que en la mayoría de las ocasiones el acompañamiento de los manjares ofrecidos sigue más o menos el mismo ritual: Aperitivo con Vermú y/o cerveza, comida con vino (generalmente tinto) y postre con cava. Y además con el agravante de servir un tinto de crianza con el pescado y un cava brut con el postre.
El resto del año tampoco es que varíe la tónica, encontrándome con los mismos maridajes en cumpleaños, reuniones de amigos, fiestas tradicionales y demás eventos similares.
No se trata de intentar cambiar las costumbres de nadie, porque se corre el riesgo de ser pedante, pero muchas veces procuro poner sobre la mesa un pequeño cambio a lo de siempre. Sin imponer nada, simplemente ofreciendo a los comensales alguna botella de vino que se salga de lo habitual. Se podría decir que la idea es ofertar un "además de" y no un "en vez de".
Mis aportaciones van por el camino de llevar un vino blanco seco o un jerez para el aperitivo, un blanco con barrica o un rosado para el pescado o un vino dulce (Moscatel, PX, Eiswein u otro) para los postres. Siempre regado con las pertinentes explicaciones y procurando no ser excesivamente técnico (no se trata de marear al personal antes de que haya bebido).
Al final casi siempre sucede lo mismo, las botellas vacías, las felicitaciones por la aportación realizada y a la siguiente cita el mismo ritual Vermú-vino-cava. Como se suele decir, Sarna con gusto no pica.
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El MaridajeMaridaje con cava
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La foto es un puro accidente con la cámara, pero ha quedado divertida.
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